En el corazón de la selva eterna, donde la luz se filtra en hilos dorados, nace el ritual del Quetzal. No es solo una fragancia, sino el eco místico de un templo de piedra cubierto por lianas.
Al rociar, el aire se quiebra con una explosión de ofrendas. La canela y el clavo abren la ceremonia con su vibración especiada, un humo dulce y picante que despabila los sentidos. Es la antesala de la conexión.
Pronto, el corazón del ritual emerge. La amargura sagrada del cacao se mezcla con el humo ancestral del copal, un incienso resinoso que purifica y eleva. Aquí, lo terrenal se encuentra con lo divino, la dulzura oscura del grano de cacao ancla el espíritu a la Tierra, mientras el copal lo lleva en volutas hacia las nubes.
El aroma se asienta en un fondo de maderas profundas y vetiver, enraizando la experiencia. Es un manto de misterio, un perfume que evoca la sabiduría de los ancestros. Llevar el Quetzal es honrar un instante suspendido, un despertar espiritual en forma de fragancia. Es el secreto de la selva, embotellado.
 
Nariz: Sebastian Ramos
Notas: 
Salida: Canela, Clavo de Olor, Cacao.
Media: Rosa Mexicana, Cardamomo, Cafe Mexicano.
Base: Cacao, Copal, Vetiver, Notas amaderadas.